Aunque hay idiomas con un vocabulario o alfabeto complejos o una formación peculiar de la sintaxis que compone el lenguaje, la dificultad para traducir un idioma no depende tanto del idioma en sí, si no del amplio control y conocimiento que tenga el traductor a la hora de abordarlo.
La formación continua como traductores es indispensable y esto ayuda muchísimo a encarar diversas situaciones que puedan ser más o menos engorrosas con un idioma en particular. Aun así, es cierto que algunos de ellos pueden ser un reto mayor para nuestra profesión. Además de la fonética y diferencias gramaticales, se suman también los aspectos culturales y sociales de cada país que se deben tener en cuenta para hacer una correcta traducción.
Por último, hay que resaltar otro aspecto, el origen del propio traductor. No es lo mismo traducir un idioma que guarda similitudes con la lengua nativa, a uno totalmente distinto. Por ejemplo, para un traductor español, es más sencillo traducir a idiomas derivados de las lenguas romances, como pueden ser el italiano, el francés, el portugués o el rumano, algo que no sucede con idiomas como el chino, el islandés o el coreano.
Ranking de los idiomas más difíciles para un traductor
En este artículo hemos querido abordar la pregunta habitual de “¿cuáles son los idiomas más difíciles para traducir?”. En este pequeño listado enumeramos los más complicados según nuestro equipo de traductores:
1. Islandés
La complejidad de este idioma radica en su gramática y en la poca evolución lingüística del idioma debido a su carácter insular. A pesar de ser un derivado de las lenguas germánicas, sigue siendo la única que conserva arcaísmos, manteniendo una gramática flexiva.
Los islandeses son muy conservadores a la hora de añadir nuevos vocablos a la lengua. Los neologismos extranjeros no son aceptados y se crean nuevas palabras islandesas a partir de las antiguas, sumándose así como nuevos conceptos a su vocabulario.
El alfabeto islandés consta de 32 letras y 7 de ellas son vocales con signo diacrítico. La longitud de sus monoptongos y diptongos tónicos hace que se dificulte aún más su vocalización.
El islandés es hablado por algo más de 300.000 personas.
2. Japonés
Se suele decir que aprender a hablar japonés es mucho más fácil que escribirlo, y es que la dificultad del japonés radica principalmente en su complejo sistema de escritura. Consta de tres alfabetos diferentes:
– Kanji: sin duda el más difícil de los tres, pues tiene 2.000 kanjis ( «carácter han»), cuyos sinogramas son de origen chino.
– Hiragana: este silabario está conformado por 46 caracteres, todos ellos con la característica de que se leen con un sonido distinto. Estos se utilizan particularmente para complementar los kanjis.
– Katakana: igual que el anterior, posee también 46 caracteres con sonidos diferentes. Se utilizan en especial para extranjerismos.
A esta diferenciación debemos sumar la dificultad de lectura de los kanjis, que pueden tener la misma escritura, pero significaciones distintas, por lo que memorizarlos puede llegar a ser sumamente complicado.
Actualmente, los jóvenes japoneses han ido absorbiendo palabras del inglés y nos parecerá curioso encontrarlas dentro de su vocabulario diario por lo que, si hablas inglés, quizás te sea menos complicado entender a los japoneses contemporáneos.
El japonés es hablado por al menos 130 millones de personas en todo el mundo.
3. Chino (mandarín)
El mandarín es el idioma más hablado en China (y en el mundo, por la cantidad de hablantes nativos) y también uno de los más difíciles de traducir.
Su grado de dificultad se debe, en primer lugar, a la complejidad de su escritura, ya que se lleva a cabo a través de ideogramas; signos lingüísticos con significados en solitario y que, en su conjunto, representan conceptos.
Pero no solo escribirlo puede ser un quebradero de cabeza, sino también hablarlo, pues la pronunciación de sus fonemas abarca distintas tonalidades para su diferenciación, añadiendo la gran cantidad de homófonos que tiene el idioma.
4. Coreano
Siguiendo la línea de los idiomas asiáticos, el coreano también es un reto para los traductores occidentales. Y con este sucede lo mismo que con el mandarín, puesto que su escritura también se basa en ideogramas que representan conceptos y posee un alfabeto fonético muy concreto. Además, sus conjugaciones verbales son complejas, con la peculiaridad de poner el verbo al final de las oraciones, lo que para un traductor hispanohablante puede resultar aún más abstruso.
Es un idioma que no posee una raíz identificable con ningún otro, de ahí que entrañe aún mayor dificultad.
El coreano lo hablan 80 millones de personas y se habla en Corea del Sur y del Norte.
5. Hindú
Como sucede con muchos idiomas, el contexto y las influencias culturales juegan un papel fundamental en las traducciones. El hindú -también denominado a menudo hindi- en particular es el talón de Aquiles de los traductores, ya que el acervo refranero que se utiliza en la India hace que, si no se conoce en profundidad la cultura, resulte muy difícil encarar las traducciones. Determinadas frases cuyo significado literal podría no tener sentido, deberían traducirse más en su sentido metafórico para que sean comprensibles en el idioma de destino.
Además de lo expuesto anteriormente, se debe tener en cuenta que, dentro del mismo país, se hablan al menos 20 lenguas distintas, lo que hace que sea aún más compleja la traducción. El sistema de escritura de la lengua hindú es dificultoso y proviene del alfabeto devánagari, una escritura abugida bráhmica utilizada para escribir el idioma nepalí y varios idiomas de India, incluyendo el sánscrito, el bhilí, el bhoshpuri, el bihari, el cachemir, e, el konkaní, el marathi, el sindhi y el hindú.
El hindú es el idioma más hablado en el mundo, dada la cantidad de hablantes nativos que superan incluso al mandarín, siendo al menos unos 380 millones de personas que lo hablan en la India.
6. Árabe
Este idioma posee su propio alfabeto, en el que se hace un uso muy moderado de las vocales, siendo predominantes las consonantes. Su escritura se realiza de derecha a izquierda y eso se añade a la complejidad que ya de por sí presenta el idioma.
Es un idioma con un gran número de hablantes, pues se utiliza en muchos países como lengua oficial. Esto abre un gran abanico de variedades dialectales que distan mucho unas de otras y que generan una incomprensión entre los mismos hablantes árabes. Sin embargo, el árabe estándar puede ser entendido casi en su totalidad por la mayoría de árabes.
Como podemos ver, las similitudes gramaticales y fonéticas son muy importantes para que un idioma nos sea más o menos comprensible que otros o para que sea más fácil de aprender.
Además, se suman los aspectos culturales de cada país y los localismos de cada región, lo que entraña complejidad para cualquier idioma. Por ejemplo, en el caso de idiomas como el inglés o el español, hablados en un gran número de países de distintas partes del globo terráqueo, esas influencias propias de cada país añaden un extra de dificultad a la hora de traducir, puesto que las palabras o conceptos que se usan en un sitio pueden ser diametralmente opuestos en otro y viceversa.
Esto sin hacer demasiado hincapié en traducciones más especializadas que requieren un gran rigor y minuciosidad en la traducción.
Por eso, siempre recomendamos que consulte con un traductor profesional, pues estamos especializados en un amplio listado de servicios de traducción e idiomas y, con nuestra experiencia en el campo, podemos garantizar un trabajo de calidad.
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